Estaba mirando el facebook en el celular, mirando digo porque no veia realmente nada, mientras esperaba el tren. "Nos miro como si fuéramos chorros, me molesta", era una voz femenina pero dura. Cuando levanté la mirada no había una, sino casi 10 cabecitas que no llegaban al metro de altura. Algunos cargaban bolsas, otro mordía un pedazo de factura, y los demás corrieron al baño de la estación. La chica, que debía tener mi edad, los arengaba tratando de que no se dispersen. Yo tenia hambre hace rato, me arrime al kiosco y compre caramelos, de los grandes, esos que no entran en la boca, esos que le gustan a los pibes solo por el desafío de metérselos enteros y arreglárselas para masticar después. Me guarde un par en el bolsillo, y me acerque a la señora mayor que los manejaba como podía, le pregunté si le molestaba que les diera los caramelos a los chicos y dijo que no, automáticamente le dije que se los diera ella. No quería dejar la humildad y que todos los que habían huido de los gritos infantiles pensaran en mi caridad, no se merecían compartir ese momento. Al rato, la segunda a cargo, le contestó a uno de los nenes que la chica de allá les había dado los caramelos. Y me conecté, automáticamente, con su mirada, su gratitud, y me acerque masticando mi caramelo, contenta de tener algo en común, aparte del laburo para masticar. Charlamos, le pregunté si eran todos familia, si habían contado cuantos eran, me presentó a su hijo, nos reímos del mas chiquito que hacía morisquetas... y vino el tren. Giré para subir y vi, realmente vi, las miradas de la gente, escandalizadas por los pequeños gritos y corridas esperando el tren, por las muchas patitas que subían al furgón. El viaje transcurrió sin más, yo me quedé en el vagón de al lado que estaba más vacío. Llegué a San Isidro y bajé, pasé por adelante de su ventana, y antes de que hiciera el mínimo gesto, dos manos alegres me saludaban sonrientemente. Y me alegré de no ser parte del resto, de haber elegido diferente. Y pensé lo común, lo qe ellos piensan, lo que yo he pensado: "para que tienen tantos hijos si no les pueden dar de comer..."
Y que vacío me quedó, porque entendí que nuestra pobreza, vaga dentro, pero ellos la tienen por fuera, ellos nacieron en carencia, con carencia, de educación, de comida, de justicia.
"El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos los condena el hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos."
Fragmento de Eduardo Galeano.