jueves, agosto 27

El sistema que no da de comer

Estaba mirando el facebook en el celular, mirando digo porque no veia realmente nada, mientras esperaba el tren. "Nos miro como si fuéramos chorros, me molesta", era una voz femenina pero dura. Cuando levanté la mirada no había una, sino casi 10 cabecitas que no llegaban al metro de altura. Algunos cargaban bolsas, otro mordía un pedazo de factura, y los demás corrieron al baño de la estación. La chica, que debía tener mi edad, los arengaba tratando de que no se dispersen. Yo tenia hambre hace rato, me arrime al kiosco y compre caramelos, de los grandes, esos que no entran en la boca, esos que le gustan a los pibes solo por el desafío de metérselos enteros y arreglárselas para masticar después. Me guarde un par en el bolsillo, y me acerque a la señora mayor que los manejaba como podía, le pregunté si le molestaba que les diera los caramelos a los chicos y dijo que no, automáticamente le dije que se los diera ella. No quería dejar la humildad y que todos los que habían huido de los gritos infantiles pensaran en mi caridad, no se merecían compartir ese momento. Al rato, la segunda a cargo, le contestó a uno de los nenes que la chica de allá les había dado los caramelos. Y me conecté, automáticamente, con su mirada, su gratitud, y me acerque masticando mi caramelo, contenta de tener algo en común, aparte del laburo para masticar. Charlamos, le pregunté si eran todos familia, si habían contado cuantos eran, me presentó a su hijo, nos reímos del mas chiquito que hacía morisquetas... y vino el tren. Giré para subir y vi, realmente vi, las miradas de la gente, escandalizadas por los pequeños gritos y corridas esperando el tren, por las muchas patitas que subían al furgón. El viaje transcurrió sin más, yo me quedé en el vagón de al lado que estaba más vacío. Llegué a San Isidro y bajé, pasé por adelante de su ventana, y antes de que hiciera el mínimo gesto, dos manos alegres me saludaban sonrientemente. Y me alegré de no ser parte del resto, de haber elegido diferente. Y pensé lo común, lo qe ellos piensan, lo que yo he pensado: "para que tienen tantos hijos si no les pueden dar de comer..."
Y que vacío me quedó, porque entendí que nuestra pobreza, vaga dentro, pero ellos la tienen por fuera, ellos nacieron en carencia, con carencia, de educación, de comida, de justicia.
"El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos los condena el hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos."
Fragmento de Eduardo Galeano.

sábado, agosto 22

Dormir

Cuando el dolor, es insoportable, invisiblemente insoportable, te escapas, te vas, desapareces. Cuando no hay solución aparente, huís. Al lugar de tu mente donde nada trasciende, donde no hay realidad.
Donde no hay personas, ni vida.

jueves, agosto 20

Sujeta

Y me deleitaba cada tarde con el ritual. LLegaba del trabajo, con su largo pelo, suelto al aire. Tenia una cabellera generosa hasta la cintura, incluso más si alisábamos los bucles, pero siempre peinada al viento. En verano casi que reflejaba el sol, o se quemaba de la nada, como la hora dorada. 

Ella llega, cierra con llave y deja las llaves puestas, como si fuera más rápido abrir la mañana siguiente. Pero no, ambos sabemos que es para encontrarlas a la mañana siguiente, y no demorarse. Derecho a la cocina y me besa, con un beso corto, bien dado, quizás no tan corto, un beso que se entrega en segundos, pero se entrega. Da media vuelta sobre sus pies, y aterriza al borde la cama, se saca los zapatos y cuando es verano se queda en pata, y casi en cueros. Ama el verano. Desde que entregó el beso me habla, hasta que vuelve y me abraza, siempre de atrás, un abrazo que no pueda ser sujetado.Y ahí, es cuando la magia comienza. Me dá la espalda y levanta los brazos mientras se aleja, despacio comienza a sujetarse el cabello, con el tacto de una hechicera, sujeta cada sector comenzando por la nuca, con los dedos semi-encorvados, a modo de peine, de caricia que sujeta. Hace el nudo, que nunca pude entender, con su propio cabello. Éste queda sujeto, firme, pero con la soltura de un atardecer, de un momento glorioso y frágil por terminar para renacer. Y es que ella se la pasaba con el cabello suelto, hermosamente desplegado, y levantaba miradas a su alrededor, ella lo llevaba libre, y parecía libre, pero no lo era. Cuando llegaba a casa, luego de besarme, o abrazarme, y me daba la espalda, era el momento donde ella comenzaba a ser. Allí no levantaba más miradas que la mía, la única presente, y la que la veía desnuda cada noche. Desnuda como nadie la vería jamás, vestida, pero desnuda a mí. Suelta, despreocupada de todo lo que la rodeaba, sumamente ágil, fuerte y frágil a la vez. Toda para mí. Sujeta para mí.

martes, agosto 18

Son cajones que se cierran para que nadie los vea, son palabras que no pude decir.

Arbol

lunes, agosto 17

¿Cuantas veces habrá que morir para empezar a vivir?

Ya llevo unas cuantas en mi haber,
dos por el momento,
y pronostico que ésta que enfría mi ventana,
es una más de esas donde muero lento.
Duermo, tengo hambre y luego sueño, entonces no quiero comer, y si como, duermo, pero no sueño.

Cierto confort

Y otra vez, acá estoy, acá estamos.
Pasamos la tormenta, volando en una nube,
y acá estamos,
otra vez,
acá abajo.

Este lugar nunca cambia, siempre me espera.
Cuando dejo las distracciones, siempre me abre la puerta,

y la cierra. 

Cierto confort debe de tener (no todos los lugares permanecen para mi).

Pero éste es especial, éste me recuerda la vida que no vivo, las horas que duermo, me muestra las enormes cosas que hice y las recubre de polvo. Y aunque de vez en cuando me pincha los costados, me martilla la cabeza, me rebota de un lado a otro de la habitación,

cierto confort debe de tener.

domingo, agosto 9

El dia

El día que llegues, no voy a hacer ningún esfuerzo para que te quedes.
Si sabes de que hablo,
no voy a peinarme, ni me pintaré las uñas.
Vestiré lo que más feliz me haga,
sin importarme si te agrada.
Reiré fuerte, desde adentro y todo para afuera,
quizás con un poco de saliva,
de la misma que condimenta nuestros besos.
Voy a preocuparme si, por lo que quieras cenar,
que con tu estómago contento,
me garantizo dos o tres mimos de repuesto.
Y puede que te vayas,
por un rato, o para siempre.
De cualquier forma,
no voy a esforzarme para que te quedes, no voy a rogar que regreses a la cama,
que faltes al trabajo,
que me des un beso más.
No haré nada por procurarme un poco más de ti,
ni falta que me hará,
porque si te quedas,
si acaso vuelves,
ya será tu amor quien golpee esta puerta.

Tanto corazón

De qué sirven estos suspiros en el alma, llenándolo todo de nada. ¿Cuál es el sentido? Querer dejarlo todo, y no tener nada. Querer dejarlo todo, a un costado. Tenerlo ahí, por si acaso sirviera de algo, y dejarlo olvidar. Hacerlo parte del mobiliario, con el tiempo, apoyar en el una taza a medio tomar, y las llaves cuando el día comienza a bajar.
De que vale tanto corazón,
sino cabe entre los sesos,
tanta esperanza.