sábado, febrero 4

Lluvia

El primer día después de la mudanza, llovió torrencialmente durante varios días más. Tronaba como si alguien hubiera hecho enojar a Thor, y las ventanas lloraban desconsoladas. Yo que apenas tenía unas cajas apiladas a suerte de estantes, el único lugar en el que podía sentarme además del piso era mi cama. Y así pasé gran parte de esos días de vacaciones que había usado para agiornarme, mirando el departamento vacío, los truenos, escuchando el ruido del techo del balcón que se sacudía violentamente. No recuerdo haberme sentido triste, más bien me sentí cautiva, casi segura de tener, ahora sí, un techo donde resguardarme, un hogar donde daba gusto no salir por la lluvia.

Hoy llueve también, y ya tengo mesa, estantes de verdad, y hasta televisor. Ya no me siento extraña por disfrutar la lluvia en la ventana, esta felicidad del hogar propio ya es constante en mí.

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