domingo, diciembre 11

Poca cosa

Anoche, como nunca y a fuerza de acompañar una pena ajena , me metí en uno de esos lugares donde cuando querés caminar no se puede,  y cuando querés bailar nadie deja de caminar. Entre esas molestias de estar-ya-grande-para-esto me encontré un conocido que apenas tuvo el respeto de devolverme el saludo, los amigos me miraron sorprendidos y me di media vuelta con su sonrisa falsa en la espalda. Al rato de haber sentido varias miradas en la nuca (y otros lugares más) mientras bailaba, alguien tuvo la idea de susurrar gritando a otro oído cercano a mí "está buena, pero es narigona". Al parecer, había un Brad Pitt en el otro grupo, que de tan macho no pudo evitar decir en voz alta eso que no le permitía acercarse a mí, eso que le daba tanto cagaso que tuvo que gritarselo al amigo. Que soy narigona... antes de ser narigona, soy rubia, alta, flaca, de ojos verdes y hermosa sonrisa, pero no, a vos te alcanza con marcar un solito de esos defectos que gritas que tengo para no moverte de donde estás. Nariz chiquita no tengo, pero jamás ser narigona fué una de mis descripciones regulares. Pero a vos te alcanza con inventarte algún motivo para evitar el encuentro, porque bien sabemos que solo vas a ir a querer darle un beso a esa mina que ya todos besaron hoy, y todas las noches anteriores, porque sabés que se puede, que ahí tenés seguridad, y que por ley sos cagón.


Pero además de cagón, sos poco hombre y poca persona.
El hombre común le está faltando huevo.

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