No se llama Juan, y mucho de Santo no tiene, pero abraza que dan ganas de detener el tiempo.
Qué cagada.
Qué falta de cariño estás pendeja... Se dió cuenta. Hace mucho no me leen así, hace mucho no me leo. Me acaricia, la espalda, las manos. Me pregunta si tengo novio, si ando cruzada con alguien, le digo que no y me contesta que él tampoco. Le gusta abrazarme para dormir, le gusta. Y yo, que no abrazo a nadie hace varios años, siento que me gusta, lo siento natural por un segundo, y al otro entro en pánico y me quiero soltar. Mañana se olvida, se olvida que le gusta abrazarme para dormir, y yo no, mejor me suelto. Que mística es la mente, como nos maneja la vida. Al rato ya estoy otra vez enredada a el, y me habla, no se duerme. Me habla y le lleno la cara de besos chiquitos en automático, quiero que me siga hablando. Pasa un rato y me detiene: Cuanto cariño que acabo de recibir. Me asusta, me asusto.
Siento que dejé de creer, que no quiero creer en nadie. Que no quiero creer, pero muero por amar.
Siento que algún día voy a tener que aflojar, pero no antes de estar completamente segura.
Los peros llenan mi mente.
-¿Te vas a quedar?
-¿Qué puedo hacer?
Podés tomarte el 60 hasta cabildo, y de ahí enganchas algo más que te sirva.
-¿A vos te dá lo mismo?'
- ... no, quedate.
Me exprime, me aprieta hasta que aflojo.
Y me gusta.
jueves, febrero 25
San Juan
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