Y te lloré, te lloré como a nadie. Quiero decir... te lloré con paz, con la alegría de poderte llorar. Con la amargura del adiós bañada en tu dulzura. Te lloré como a nadie, con el alma. Como quien llora después de oír una hermosa historia, que fué tu vida, y sigue en la mía. Te lloro aún, con amor real. Real porque te llevo en la sangre, en las manos, en los ojos... en el espejo.
Te lloré como a nadie,
como nunca,
y para siempre.
Reflexión gracias a la Pág. 188 de "El libro de los abrazos" de Eduardo Galeano, gracias Galeano...
Después de tantas cervezas de sábado por la tarde y desayunos de domingo con tostados de miga, tantas idas y venidas del vivero al balcón, y tanto chupar frío en pleno mayo por tu capricho con dos ruedas. Después de dejar de buscarte en las madrugadas y esperar tus malhumores para que me salga de la cama en la mañana, también de discutir por mi falta de apuro al caminar y tu urgencia por dejarme atrás. Luego de abandonar las duchas juntos por tu agua fría y la mía hirviendo, y aún después de extrañarte cocinando algo rico para los dos... Después de todo eso, sólo me queda pena en el alma... por vos y por mí. Por mí que aún te deseo lo mejor,