Siguen apareciendo esos momentos donde me ahogo, en la nada misma. Y lo sé eh, no crean que no lo sé, pero eso no evita que me siga ahogando. Son días que de tanto pensar casi dejo de pensar en realidad, me sumerjo en un sinfín de problemas, preocupaciones, miedos, todo a la vez. Les doy vuelta sin pensar ni un poco en la solución. Y lo siento en el cuerpo, es como estar yendo tan rápido que casi vomitás, pero así y todo seguís con el pie en el acelerador. Y me la re sé eh, la solución siempre está ahí delante, cagándose de risa, burlándose, pero eso no lo hace mejor.
Por lo general después de un tiempo indefinido de revueltos de estómago, horas en la cama, dolores de cabeza y frenesí, empieza a ceder. Pero vomitar no es tan fácil, más cuando se trata de vomitar sentimientos, bronca, odio, incertidumbre, tristeza. Y esa parte también lleva unos días. Nunca voy a dejar de preguntarme cuando se va a detener, cuando voy a encontrar la respuesta final, la respuesta de esa pregunta que ni siquiera sé formular. Pero bueno, al menos ya puedo describir el proceso, se supone que es un paso...
¿no?
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