miércoles, noviembre 23

Circo

¡Me quiero bajar! ¡Pará el auto! fué lo único que pude atinar a decir 
mientras me desesperaba tanta negación junta en la cabina de un auto.

Me subí rápido al auto porque tenía mucho frío, y cuando al subirse bajó el vidrio le pedí que lo cerrara, porque tenía, como ya había repetido varias veces, mucho frío. Dijo "ni en pedo" y se prendió un cigarrillo, el decimoquinto cigarrillo que se prende en mi cara, con mi sola presencia que no dura más de 20 minutos. El decimocuarto cigarrillo, que se prendió del camino del auto a los 20 pasos que quedaba la puerta del edificio, me hizo mucho ruido, lo miré con la comisura del ojo e intenté recordar como venía haciendo para que no me importara su vida más que a él mismo, para no pelear, para que no me importara su muerte lenta.

El decimoquinto fué el que rebalsó ese vaso siempre lleno. Empezé a pensar en efecto bola de nieve, en cuanto vale un cigarrillo, vale más que el frío que tengo seguro, vale más que lo que tu hija te pueda pedir. Cuanto vale ese vicio en el que te refugiás, que decís que no podés dejar, NO PODÉS me remarcás a los gritos. Intenté terminarla ahí, mire para el otro lado mordiéndome la lengua... y tenías que hacerlo: como siempre que algo no te importa o te incomoda, cambiás de tema rotundamente, casi hablando por encima del otro, no conocés el silencio, el respeto. Pero ya no tolero que nadie me falte el respeto, nadie.

Empezaron los gritos, ¿cuanto valen esas vacaciones que estás esperando? en terapia intensiva, donde todos te atiendan y tengas todo el derecho de llorar, de quejarte, de tratar mal al mundo, lo pienso pero no lo digo. ¿Cuanto valen esas vacaciones donde la última vez, la Nona con su demencia senil, pidió ayuda como pudo a los vecinos porque vos no podías respirar, y todos los días consiguientes se nos escapaba al hospital a buscarte? ¿Cuanto vale tu vida? esa que me dijiste orgulloso que sabías bien como terminaba: como la mierda. Mientras te escupo palabras que ya no recuerdo, decís que conmigo no se puede hablar porque soy agresiva, te pregunto de quién lo aprendí y respondés como cristiano limpio de pecados que no sabés, no sabés... Decís que lo mío es egoísmo, que mi preocupación es cuanto me perjudica que vos no estés, de las cosas que me voy a tener que ocupar, porque soy egoísta decís. La puta madre.

No me ibas a dejar bajar dijiste, abri la puerta con el auto en movimiento y entraste en pánico. Te repito, una y otra vez, que yo sí hablo con vos, pero no escuchas, nunca escuchaste, y tengo que gritarte para que entiendas. Me hacés gritarte, me hacés querer gritarte. Que baje la voz, porque en la cara se te nota la verguenza, verguenza de que tu hija le grite al mundo lo que piensa que sos. Me agarrás de los brazos y forcejeo para soltarme y ahí nomás me soltás y con la nariz encima mío me gritás que te pegue... ni eso te merecés. "Son mi vida" andás cantando, y conocés el estribillo: si somos tu vida, que vida de mierda tenemos. 

Corres como nene chiquito pidiéndome que no me vaya, te ponés de rodillas, rídiculo como novela de telefé.  Me pedís por favor que me suba al auto, y te contesto: cuantas cosas te habré pedido yo por favor. Por favor no me hagas pasar por eso otra vez, por favor no fumes cuando estás conmigo. Y seguís fumando en mi cara, y te veo cada vez menos porque me enferma, me enferma salir todos los días del laburo con olor a cigarrillo encima y tener que además tolerarlo los 10 minutos pedorros que comparto con vos. Pero el cigarrillo no es el problema, que te mueras no es el problema, porque te lo dije, morite si querés, morite. Odio la persona en la que me convierto cuando estoy con vos.

El problema es la falta de respeto, el egoísmo, la irresponsabilidad. El problema es que cuando te internaron estuviste en terapia intensiva por tu condición de fumador asmático, y la gente de las otras camas se moría, los familiares lloraban en la sala de espera, pero esos familiares tenían cuarenta, cincuenta años, no veinticinco. El problema es que yo soy la que vive cerca, la que llaman para una emergencia, yo soy el adulto responsable. El problema es que no lográs conseguir una persona que te ayude con tu mamá porque sirve sólo si te cae del cielo, y mientras tanto te martirizás, decís que hacés lo que podés con lo que te tocó. Decís que cuando necesitaste ayuda NADIE estuvo... ¿nadie? SI NADIE me remarcás, y ahí la embarrás... A los gritos otra vez, fué un simple favor decís, no me dá más la garganta, es tu mamá, a mi no me corresponde limpiarle el culo a mi abuela, no tengo la fuerza física ni la emocional, no puedo pasar mas de diez minutos con ella sin ponerme a llorar, no me corresponde. Te digo, lo que podés no alcanza, te lo repito a los gritos, y me odio cada segundo un poco más. Necesito que te vayas, dejame sola. No me hagas esto lloriqueas, que estás al borde de una crisis nerviosa, y ahí sí que me hacés reír, vos no tenés idea de los problemas que tengo yo, agregás que sí arrogante, y me hacés reir otra vez... vos no sabés ni la mitad de las cosas.

No tengo porque estar pasando por esto, tengo veinticinco años, quiero estudiar, ser feliz, y con ustedes no puedo, los veo lo menos posible porque estoy mejor sola. Me perseguís una, dos, tres, diez cuadras con el auto al llanto de por favor, porque no sabes respetar las decisiones del otro, porque no tenés dignidad, decencia. Me decís que no sea mala, te grito: al menos yo no te digo zorete adelante de todo el mundo, y ahí nomás te indignás... se te ve en la cara: ¿cómo me voy a atrever a traer eso, cómo todavía no te perdoné, cómo puedo jugar esa carta?

La juego porque es mía, porque la tengo desde que nací, porque vos me diste el derecho a faltarte el respeto de tantas veces que me lo faltaste a mí. Lo tuyo es circo y que las cosas se olviden rápido, pero a mi no me sale, te lo dije, a mi no me sale hacer como si nada.



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