miércoles, noviembre 25

Perdí mucho. Perdí horas de sueño y millones de abrazos. Perdí esperanzas, e ilusiones. Perdí también mucha gente, digo gente por no decir amigos, digo gente por no decir cariños. Perdí kilos, paciencia, sueños... Perdí lugares, madrugadas, besos. Perdí mi historia, mi ego, mis ganas. Y me perdí yo también. 

 ¿Pero saben qué?

 Nunca bajé los brazos, nunca dejé de buscarme. Y por sobre todas las cosas, siempre recuerdo, que no perdí mi motor. Ni el miedo más grande, ni la angustia más honda, nada me quitó lo más importante, eso que me hace ser quien soy, esa fuerza que llevo en el corazón: ...

sigo amando, porque es mi vida.

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