Ella estaba, por decirlo así, vacía. Un vacío como el de una jaula sin Canario, ese que te indica que algo había y que ya no está. Era tener un agujero en el pecho que con cada paso se apoderaba de las sonrisas, los momentos felices. - Se lo tragaba todo. - acotó. La almohada lloraba todas las noches por verla sufrir. - Yo lloraba, no la almohada. - dijo con cierta ironía. Y en un día como todos llego un costurero, ofreciendo a quien busque y valore, remiendos de corazón. Parecía aceptable, duradero, hasta llego a sentir que el foso cerraba. - Solo lo imaginé. - Tiempo después los remiendos comenzaron a deshilacharse... mas hebras caían, mas fuerte se hacia el vacío. Resultó ser que el costurero, cual verano inolvidable pero con frío eminente, estaba de paso por aquel lugar. Finalmente el remiendo caducó .
- Me diste un amor con fecha de vencimiento. -
sábado, marzo 21
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