lunes, julio 13

Darle lugar a la felicidad ajena

Tengo por cargo de nacimiento algunas personas cercanas que son, por definición: necesitadas de atención. De esas que no pueden sostener mucho una situación donde algo gire por fuera de ellos. Ya me acostumbré la verdad, y con el tiempo sané esos vínculos y me dí cuenta de que no lo hacen adrede, que en sus propias carencias generan esas conductas y se los puede querer así, con algunos defectos, como a cualquier otro. Es solo a veces que me quedo en un limbo apático, que no puedo entender como no ven la importancia de robarse ciertas situaciones ajenas y destruirlas por completo. Caí en esa cuenta el otro día mirando una de mis series: la protagonista estaba en su fiesta de graduación, y ante toda la multitud, previo discurso de orgullo de sus abuelos, se acerca el novio y le pide casamiento. Le pide casamiento frente a todos sus amigos, familia, afectos; le pide casamiento el mismo día en que se celebraba el fin de una etapa vital que no se volvería a repetir; le pide casamiento en un día único e irrepetible para ella; le pide casamiento como si no fuera algo que viene a satisfacer su propio deseo en un día donde nada tenía que girar en torno a él. ¿Me explico? Gracias a Dios, Rory, que no es lenta ni perezosa, se quedó titubeando, se sintió incómoda, y no le dió una respuesta real. Finalmente se van afuera, charlan, y ella (que sigue sin aceptar) se termina yendo a charlar con la madre por ahí porque no entiende nada. Es decir: gracias al "acto de amor" del novio, Rory termina yéndose de su propia fiesta de graduación, y sumado a eso toda su experiencia hasta la mismísima graduación termina embarrada por este acto desesperado de necesidad de atención de la persona que la ama, persona a la cual ella no le tiene una respuesta y le devuelve el anillo.

Yo me pregunto si Rory pensó alguna vez si realmente esta persona la amaba, si quizás en algún punto entendió que ése no era el momento propicio para hacer lo que hizo, que a veces hay que darle lugar a la persona que queremos para que tenga su día, su momento, único e irrepetible, y esperar un poquito para las urgencias propias que podrían satisfacerse mañana. A veces hay que demostrarle al otro, que en ese momento de plena felicidad bien merecida, es más importante que nuestras carencias.