Hablábamos de mi, de como me había ido en el inicio de clases, de como estaban las cosas con aquel chico, y entre una cosa y otra me dijo "no tiene que haber espacios de angustia". Vaya sorpresa, no lo había notado, pero con vos, más que espacios eran días.
Nos despedimos y soltó al aire uno de esos consejos que se te graban a fuego:
"Acordate, vinimos a ser felices."